Camino en silencio intentando
ocultar mi presencia … conozco este sendero como la
palma de mi mano; tanto, que puedo incluso caminar con los ojos casi
cerrados para que las candilejas de los pinos no me distraigan de los
sonidos del bosque…
De la nada aparece una densa bruma que lo
cubre todo...lo noto porque los pájaros dejan de cantar, como si se
adormecieran por el ingrávido paso de la nube lechosa...casi que no hay sonido sino fuera por unos pasos que se encaminan a
lo más profundo del barranco.
Rachas de fuerte brisa aparecen
de improviso y agitan las ramas de los pinos, que liberan nubes
amarillas de polen fecundador; ¡en el más absoluto de los silencios la
vida pulsa y se desarrolla sin nuestra intervención!.
La bruma
se va etérea y silenciosa como vino...sale de nuevo el sol y los
pájaros reinician los cantos en su frenética actividad; desde un
bosquete cercano, reclamos de un Gavilán que acecha entre las ramas.
De un recodo más arriba, me viene el sonido cantarín del agua que se
vierte cautiva, en la taquilla medidora…aquí todo esta sometido a la
voluntad de lo pragmático, del uso racional de los recuerdos; solo los
pájaros, disfrutan de un chijo de agua que se escapa por las rendijas de
la conducción…en las copas, las acículas de los pinos se convierten
en cuerdas de un inmenso instrumento musical.
El barranco esta
en pleno apogeo florístico: escobones, retamas amarillas, palomeras,
brezos…la arvejiilla cubre todas las laderas de un verde lujurioso; una
gamona invade el camino e impide mi paso… todo esta cambiado, como nunca
lo he visto…una miriada de insectos
aprechan los manjares del polen.
Avanzo ahora sin camino,
sorteando piedras, pinocha, piñas, troncos caídos... cruzo varias veces el
cauce seco del barranco…en un pino viejo y seco, un picapinos tiene su
nido…
Llego a la puerta de mi cueva y me descargo de todos la
cachivaches que necesito para sobrevivir… clavo la lanza en la tierra y
me siento a descansar….
el tamborileo
de un picapinos…
después…el silencio…

